Yakuruna

LA VOZ MÍTICA EN LA NOVELA YAKURUNA DE MIULER VÁSQUEZ

Escribe Edgar Norabuena

Tal vez a Miuler Vásquez se le conozca más como promotor cultural y editor a la cabeza de Trazos a través del cual realiza un indesmayable trabajo de difusión, valoración y rescate de la siempre vitalísima literatura amazónica; pero este multifacético personaje es también autor de crónicas deliciosas y poemas sentidos reunidos en Utopías y desvaríos (2017), una novela infantil: Cazador de dragones (2019) y cinco novelas: El árbol (2011), Yakuruna (2013), Atrapada (2017), Ocaso (2021), La ciudad de las flores (2022), sin contar sus cuentos y colaboraciones en distintos colectivos y revistas.

Su novela Yakuruna (2013), que fuera merecedora del premio del concurso Nuestra palabra 2011, hasta la fecha cuenta con siete ediciones. Miuler Vásquez, gran catador de la literatura amazónica (Hernández, Rumrill y Panaifo se pueden rastrear en su modo de abordar lo fantástico y mítico) es también un privilegiado conocedor de su tierra y de su riquísima mitología.

La novela está planteada como un recorrido testimonial de un hombre que, a través de los avatares de su vida, llega a salvar a un Yakuruna, se hace su amigo y luego tendrá que traicionar al creer que este se ha llevado a la mujer que ama. A partir de este hecho, el protagonista va experimentando cambios en su ser que lo van a transformar en una criatura mítica: un Yakuruna, pero también, un ser humano dotado de toda la sabiduría de la selva y el conocimiento del que es capaz de alcanzar recorriendo los caminos de la ayahuasca y las ondulantes rutas del humo del mapacho.

La novela está poblada de seres propios de la mitología amazónica que no solo aparecen para errar los pasos del hombre o castigar sus malos actos. Están también para proteger a la selva entera, para ellos, para los hombres, para el futuro. No son solo seres que le dan un ribete de fantasía a la historia, sino que existen como una conciencia colectiva, cuya voz los hombres están perdiendo la costumbre de oír. El chullachaki, los yakurunas, las yakumamas no son solo madres de las aguas, los árboles y los animales de la selva, son esa esencia que se va perdiendo con la modernidad, esa identidad colectiva que se va transformando en desmedro de nuestra selva.

Cual sesión de ayahuasca, la historia que desarrolla la novela tiende lianas luminosas hacia lo místico y lo mítico. El lector va de la mano de la voz “ícaro” del Yakuruna por las cochas misteriosas donde viven las yakumamas, las yakurunas, transita por la espesura del bosque donde el chullachaki es tan malvado como bueno, todo dependiendo del comportamiento del hombre. Sus páginas están plagadas de chicuas, de pinshas, de loros que vuelan y alborotan las ramas. Están pobladas de yanapumas, de jaguares que se resisten a dejar su poder a la modernidad demoledora. Las páginas de esta novela huelen a tabaco, a volutas de mapacho. Sabe a carne ahumada y se divisa desde sus párrafos al sol incendiando el infinito bosque. Este es el testimonio del protagonista que deja de herencia a su único hijo que tal vez, por extensión, sea cada uno de los lectores.

Es inevitable poner una cumbia de Los Wemblers, escuchar la guitarra de Shanti y Los Invasores del P

rogreso y terminar la última página de esta extraordinaria novela con la melodía de Juaneco y su combo. Buena novela, bien escrito, delicioso y más que recomendable.

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