Mientras escucho una y otra vez la canción “Never tear us apart”, de INXS, te recuerdo.
El tiempo sigue su curso y seguirá hasta dejarnos inertes; sin embargo, en vida, los buenos momentos se quedan en la memoria.
Me asusta esta indetenible constancia del tiempo, lo admito, y si pudiera, cambiaría su curso a nuestro favor. Por ejemplo, el día en que coincidimos por primera vez, una y mil veces, sería nuestro día favorito. Bien podríamos volver a él y emocionarnos las veces que se nos antojara, ¿te imaginas? Pero no. Ya no. Nos encontramos una vez, una sola vez, decididos a volar juntos por siempre, pero mis alas, esas alas que llamas siniestras, se enrumbaron en otra dirección, lejos de ti. Y ahí acabó todo, con justicia. Perdóname, mis excesos y mi naturaleza me han condenado.
Te recuerdo. Estoy solo. Me siento solo. Cuán terrible es saberse así, sobre todo hoy, el día que Cristo dejó de tener la edad de su muerte.
Cuando mi tiempo era el tuyo, mis anhelos tus sueños, mis metas tus propósitos, mis desvelos tus propios desvelos y, sobre todo, cuando abrías tu pecho a mis injurias, yo, ávido de atención, egoísta, vil, lejos de abrirte mis brazos y darte consuelo, te enterré en la desesperanza, con saña.
Hoy me refugio en el espacio desnivelado por enésima vez. Pisco, hielo, humo, ¡combinación perfecta!
Irrumpen mis oídos, sobreponiéndose a la melodiosa música, el sonido de las teclas de mi ordenador. Tiemblan mis manos, mis pupilas, mi ser y el mundo. ¡Tiemblo! Donde quiera que estés, ven y abrázame, alivia mi pesar, dame esperanza.
Ven sin reproches, sin insultos, resuelta a ver lo humano que hay en mí.
Ven. No cambies ni me cambies, es inútil ese anhelo. Solo acércate, juntemos nuestras manos, cerremos los ojos y gobernemos este mundo juntos.