«La niña y la boa», de Daphne Viena, contiene once magníficas historias amazónicas. Con lenguaje fluido, ambientado en escenarios selváticos y en un contexto más rural que urbano, el libro es una muestra de excepción de sucesos peculiares, míticos y ancestrales, del poblador amazónico. A continuación un recuento del contenido.
En «Ojos de lagarto», el misterio se balancea en una canoa. Es de noche. El río Momón es el escenario perfecto para una buena pesca. Pero no todo lo que parece, es lo que es, a veces en los ríos de la selva ocurren cosas extrañas. Silverio lo sabrá de memoria, luego de ver los ojos rojos y brillantes de un lagarto y de creer que está acompañado de su primo Teo.
En «El regalo» dos hermanos, huérfanos de padre, escuchan el llanto de un bebé. Al escudriñar en medio del bosque y a orillas de un río, lo encuentran envuelto en una manta de colores. Esta historia refresca las creencias populares que hablan sobre aparecidos o Chullachaquis, sin embargo, también explora el corazón caritativo y bondadoso de los pobladores amazónicos.
«Doña Guadaña», una anciana de apariencia siniestra, con machete en mano y vestida siempre de negro, parecía tener mucho que ver con la muerte. Los muchachos del barrio la temían y odiaban al mismo tiempo. El «chueco» Marden, un enemigo jurado por su intrepidez y por ser más avezado que los otros niños, se las verá con ella en un suceso que se quedará por siempre en la memoria de quienes lo vivieron.
«La calavera saltarina» representa una alegoría de las clásicas historias contadas en antaño. No es una calavera normal; por el contrario, es del tamaño de un cántaro y es luminosa. Podría ser, no lo dice la autora, la popular «lamparilla» u otro ser misterioso del imaginario popular. Sea como fuese, los planes de Antonio tendrán que modificarse drásticamente.
En «La niña y la boa», escrito que dió pie a la imagen de portada y título de este libro, la candidez de una niña alerta a su madre de un peligro inminente. En esta historia, en especial, se aborda la idiosincrasia de la mujer amazónica, tan ligada a la naturaleza, al trabajo y a su lucha constante para salir adelante.
La jocosa historia «Los duendes de los Flores» se refiere, precisamente, a dos pequeños duendes. La develación de estas inusuales presencias, surgidas no de un momento a otro sino quién sabía desde qué tiempo, se da después de un viaje. En lo particular me recuerda a «El fantasma de Canterville».
Otro memorable escrito de este maravilloso libro es «Los proyectiles del señor Puit». La familia Lozano, se vio obligada a contratar a cuanto curioso encontrase en su camino, para así parar los inexplicables ataques a su casa con piedras, palos o bolas de tierra. Ante el fracaso de connotados brujos, Pompilio Puit, aparentemente, surge de la nada con una solución un poco ortodoxa.
En «Tapia» convergen situaciones cotidianas e inusuales propias de la Amazonía. Un canto agorero de ciertas aves, algunos sucesos extraños o la presencia de algo anómalo, como es este caso, es el anticipo de algo inesperado.
«Juegos en el pueblo» recrea los modos de diversión en épocas en las que la tecnología aún nos absorbía de la realidad. En ese contexto, Josecito se pierde en el bosque. Dar con él será una travesía un tanto complicada y misteriosa, sobre todo porque lo hallarán diferente.
«Don Valentín y su quena» describe con detalle el jolgorio de una fiesta patronal. En esta historia, más importancia tienen los escenarios, tan llenos de alegría y de vida. Pero la función de un músico no puede continuar si este no tiene su instrumento. ¿Algún anti-fiesta, o palomilla, ha escondido la quena de don Valentín?
En «La cita frustrada», última historia del libro, confluyen muchos sucesos, unos tras otros, que pondrán de cabeza el planeado encuentro de Raúl e Imelda, el primero un joven viajero y la segunda una joven llena de ilusiones.
Por supuesto, «La niña y la boa» es un libro muy recomendable.