La isla de los expatriados

«La isla de los expatriados», de Welmer Cárdenas, es una novela intensa y apasionada, ambientada principalmente en escenarios de la Ciudad Roja (Ucayali). En retrospectiva, el autor, encarnado en Marcel Jordan, mientras realiza una larga travesía hacia Madrid, hace un recuento, para sí, de hechos, vivencias y escenarios memorables. 

En un primer plano, surge el escritor Manuel Scorza, quien arriba a Pucallpa junto al poeta César Calvo Soriano. Es julio de 1981. El poeta Dávila Durand, amigo del escritor, lo invita a Yarinacocha. «La danza inmóvil», novela en proceso, es la razón de tan distinguida visita. Más adelante Marcel se centrará en detalles sobre una masacre a nativos del lugar, referirá el terremoto de Ancash, las incidencias de un mundial de fútbol y una tragedia aeronáutica. Esta develación de acontecimientos, a modo de preámbulo y de descripción de escenarios, constituye un plus para la novela; pero el trasfondo, la principal mirada evocada por Marcel, se sitúa en la isla Atenas del Ucayali, principalmente en el internado de secundaria Padre Agustín López.

El referido internado, está ubicado a 60 horas de la Ciudad Roja. Confluyen en él, adolescentes y otros no tanto, de diferentes lugares del Perú. Es una suerte de reformatorio, con normas estrictas y mucha disciplina, regido por un sacerdote español. Marcel, como la gran mayoría de internos, tiene un historial de mataperradas. Llega a su «nuevo hogar», expatriado por su padre. Deja en el camino una «Dulcinea» a quien escribirá cartas de amor, conoce nuevos amigos desde su partida en lancha, e inicia un nuevo comienzo de la mano de un estibador ciego y de su polifacético tío, hermano menor de su abuelo. 

El internado, una infraestructura de tres pisos, se describe con detalle en las innumerables aventuras narradas en la novela. Más o menos, tenía una población de 200 alumnos. Los castigos eran duros y brutales; pero el padre director, en sus buenos momentos, era sensible, amoroso y paternal. De las muchas escenas situadas en este contexto, una en especial, da cuenta de un insólito desenlace. Marcel junto a otros internos, una noche fueron sorprendidos bebiendo licor en un bar. Normalmente estas faltas muy graves merecían un castigo ejemplar, o la expulsión; sin embargo, el sacerdote ordenó que cada uno escribiera su biografía. La redacción magistral de Marcel le fue favorable en el futuro.

La escena que desenreda el nudo del porqué Marcel se encuentra en un avión rumbo a Madrid, se desarrolla en la mitad de la novela. Tres internos, entre ellos Marcel, se lanzan a las aguas para rescatar a varias personas de un naufragio. Entre los rescatados figura Edgar Alvabera, un joven venido de Lima que se unirá al internado. Será este, cómo un hermano para Marcel. Décadas más tarde ambos amigos volverán a coincidir en algún punto del continente Europeo.

Hay un personaje que pasa desapercibido en la novela: Susana. Al inicio Marcel lo evoca como alguien importante; pero es en el último año de internado y casi al final de la novela que toma relevancia. Susana es un río de belleza y encanto. Radica en la isla, en donde, además del internado de varones, había otro de mujeres.

Susana es natural de Iquitos, pero su abuela vive en la isla, por está razón se queda un tiempo con ella. Marcel, enterado de esta situación, luego de viajar por el Perú, decide ir a verla. Es inicio de año, Susana está de vacaciones y el encuentro es de ensueño. Volverá a verla a mediados de año, pero solo de lejos. Volverá a finales de año, también solo para verla partir. En este capítulo, los sucesos son narrados en segunda persona, en una perspectiva íntima. El sentir del autor es desgarrador. 

En un arrebato propio de los hombres con decisión, Marcel va a Iquitos tras los pasos de ese gran amor que no quiere dejar zarpar de su corazón. Con la ayuda y confidencia de Eva, una amiga de Susana, logra dar con ella. Vive momentos intensos durante las vacaciones. La magia se acaba cuando Susana regresa al internado a concluir el último año de estudios. En adelante se pierde la comunicación.

Muchos años después se vuelven a encontrar. Las llamas del amor se avivan, pero el tiempo transcurre inmisericorde. Los encuentros seguirán siendo esporádicos en el futuro, siempre con la mirada precisa en la realidad. El año 2013, en USA, la noticia de la muerte de Marcel sumirá en llanto a una Susana ya con hijos, nietos y esposo extranjero. Pero la noticia es falsa, y el año 2016, un Marcel de mundo y una Susana viuda, volverán a encontrarse, esta vez en la lejana Madrid. ¿Acaso este reencuentro marcará el inicio de un nuevo comienzo, de un viaje final de la vida, tal cual lo hicieron Florentino Ariza y Fermina Daza? Solo el tiempo lo dirá.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *